domingo, 20 de diciembre de 2015

Enamórate de mi lado oscuro.....





Qué fácil es amar a una persona por su belleza (interna y externa), cuando su salud es excelente, cuando es prospera, cuando es apasionada, cuando la consideramos digna de confianza y sobre todo cuando es feliz. Eso, todos pueden hacerlo. Pero amar el lado obscuro, comprenderla, aceptarla, ayudarla a superar sus miedos, sus fracasos, sus dudas, sus enfermedades y sus pobrezas, es el verdadero reto que sólo pocos pueden lograr. ¿Es que a caso, en el amor, lo bueno y lo malo no van de la mano? ¿Amar es sólo tener la parte buena de las cosas?

Yo no lo creo . ¿Y sabes por qué? Porque todos, o al menos, la mayoría, alguna vez en la vida hemos pasado por esos días en que amanecemos tan insoportables, que no nos aguantamos ni nosotros mismos. También hay días en que la tristeza nos abraza y amanecemos con lluvia en los ojos y pequeños derrumbes en el alma. O simplemente, están esos días que yo llamo de “pausa”, en que la apatía se apodera de nosotros y no tenemos ganas ni de levantarnos. Donde levantamos la barbilla y el cielo nos parece tan lejano. O qué tal cuando resurge ese niño interior que dicen por ahí que llevamos dentro, pero nunca dicen que a veces está herido.

Y todos ellos son momentos en que nos sentimos vulnerables e indefensos, y de alguna manera, tratamos de escapar hasta de nuestros sentimientos, porque no sabemos cómo manejarlos o porque tememos enfrentarnos a nosotros mismos. Y todo eso que sucede en nuestro lado oscuro, no es culpa de nuestra pareja, sino de cada quien. Sin embargo, muchas veces (inconscientemente o sin querer) los lastimamos con nuestras actitudes, obligándolos a reaccionar como un animal herido.

Es verdad que hay ocasiones en que utilizamos nuestra energía de manera muy poco positiva y no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo y cómo nos perciben los demás con nuestras actitudes. Creamos barreras, distancia y muchos problemas.


martes, 8 de diciembre de 2015

EL ELEFANTE ENCADENADO




Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

 El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?». No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. 

Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez. Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

EL ESPEJO DE LAS RELACIONES





EL OTRO TAMBIEN SOY YO

¿Por qué hay tanto rechazo hacia algunas personas y tanta atracción hacia otras?
Puedes aceptar que esas características que te atraen de esa persona son tuyas, pero ¿Por qué es tan difícil aceptar que posees en tu interior aquellas que detestas?
A medida que puedas reconocer que esos ‘defectos’ del otro están en ti, puedes cambiarlo.

Todos somos extensiones del campo universal de energía, distintos puntos de vista de una única entidad. Esto implica ver todas las cosas del mundo, a todas las personas del mundo, y darnos cuenta de que estamos mirando otra versión de nosotros mismos. Tú y yo somos lo mismo. Todo es lo mismo.

Todos somos espejos de los demás y debemos aprender a vernos en el reflejo de las demás personas. A esto se llama espejo de las relaciones. A través del espejo de una relación, descubro mi YO no circunscrito. Por esta razón, el desarrollo de las relaciones es la actividad más importante de mi vida. Todo lo que veo a mi alrededor es una expresión de mí mismo.

Las relaciones son una herramienta para la evolución espiritual cuya meta última es la unidad en la conciencia. Todos somos inevitablemente parte de la misma conciencia universal, pero los verdaderos avances tienen lugar cuando empezamos a reconocer esa conexión en nuestra vida cotidiana.

lunes, 7 de diciembre de 2015

LA IRA....





Según Mike George, autor de Transformar la ira en calma interior nos enojamos porque tenemos demasiadas expectativas: porque la idea que nos habíamos hecho, de cómo deberían haber salido las cosas y como las situaciones iban a desarrollarse no cuadra con la realidad. Pensamos que tenemos que ganar el partido, porque el rival en nuestras expectativas era inferior y cuando comenzamos a perder estallamos en una ira incontrolable. La ira surge cuando interiormente no eres lo bastante flexible como para aceptar que la realidad exterior va ser siempre distinta de lo que tú creías, esperabas y deseabas. Las expectativas son siempre una carga. Los enfados disminuyen cuando comprendemos que no podemos controlar las personas ni los acontecimientos.

La ira es una emoción que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. No en vano siempre esta presente en situaciones de conflicto, ya sean con otros o con nosotros mismos y puede oscilar desde una leve irritación hasta el más profundo de los odios.

Cuando percibimos que somos tratados injustamente, cuando nos sentimos heridos o cuando vemos dificultada la consecución de alguna meta importante, sentimos ira. Sentir esta emoción en estas circunstancias nos predispone a la acción en un intento de protegernos de aquello que nos hace daño y que es el origen de esta emoción.