domingo, 14 de mayo de 2017

¿QUIEN CREES QUE SOY?






«Si te das prisa, me alcanzarás. Si frenas, te alcanzaré. Si andas
tranquilamente, te acompañaré. Si te pones a girar, danzaré contigo.
Ya que nuestro encuentro es inevitable, ¡hazme frente ahora mismo!

Soy tu ....., la que ríe detrás de la ilusión que llamas realidad.
Paciente como una araña, engastada como una joya en cada uno
de tus instantes, compartes tu vida conmigo; si te niegas a ello, no vivirás
en la verdad. Ya puedes huir al otro extremo del mundo, que yo
siempre estaré a tu lado. Desde que naciste, soy la madre que no deja
de darte a luz. ¡Alégrate entonces! 



Sólo cuando me concibes la vida
cobra sentido. El insensato que no me reconoce se aferra a las cosas
sin ver que todas me pertenecen. No hay ninguna que no lleve mi
sello. Permanente impermanencia, soy el secreto de los sabios: ellos
saben que sólo pueden avanzar por mi camino.

Los que me asimilan se vuelven poderosos. Los que me niegan, tratando
en vano de huir de mí, pierden las delicias de lo efímero: son
sin saber ser. Agonizan sin saber vivir.

Los niños no me imaginan. Si pudieran hacerlo, dejarían de ser
niños, pues soy el final de la infancia. Quien me encuentra en su camino
se vuelve adulto: sabe que me pertenece. Devoro sus dificultades,
sus triunfos, sus fracasos, sus amores, sus decepciones, sus placeres, sus
dolores, sus padres, sus hijos, su orgullo, sus ilusiones, su riqueza, lo
devoro todo. Mi voracidad no tiene límite, devoro incluso a los dioses.

Pero con el último, con el auténtico, una vez disueltas las máscaras en
mis entrañas, me rompo los dientes. En su indescriptible misterio, en
su presencia ausente, en su ausencia presente, me mato a mí misma...

Cuando la totalidad de la materia pasa por mi garganta sin fondo y las
cosas dejan de aparecer, me veo obligada a esfumarme.
Gracias a mí, todo se convierte en polvo y todo se hunde. Pero no
pienso que sea una tragedia. Hago de la destrucción un proceso de
extremo esplendor. 

Espero que la vida se manifieste hasta alcanzar su
mayor belleza, y aparezco entonces para eliminarla con la misma
belleza. Cuando llega al límite de su crecimiento, empiezo a destruirla
con el mismo amor que se empleó en construirla. ¡Qué alegría! ¡Qué
alegría inconmensurable! Mi destrucción permanente abre la vía a la
creación constante. 

Si no hay fin, no hay comienzo. Estoy al servicio
de la eternidad. Para obtenerla, debes aceptarme y debes combatirme
al mismo tiempo, porque en el fondo no existo, sólo existe la vida, es
decir, el cambio. Si te entregas a la transformación, te conviertes en el
amo del momento efímero, porque lo vives en su intensidad infinita.
Por mí nace el deseo en los vientres, en los sexos. El coito sirve para
conquistar la eternidad.

Si no tuvieras cuerpo material, yo no existiría. Cuando te conviertes
en puro espíritu, desaparezco. Sin materia, dejo de ser. ¡Atrévete,
pues, a depositar tus huesos y tu carne en mis fauces! Para triunfar, tienes
que darme de ti todo aquello que, en realidad, siempre ha sido
mío. Tus ideas, tus sentimientos, tus deseos y tus necesidades, todo eso
me pertenece. Si quieres conservar algo, por ínfimo que sea, tú que
no eres nada ni posees nada, lo perderás. Perderás la Eternidad.

¡Sé fuerte! ¡Vive junto a mí! Quien camina conmigo transforma a
sus hijos, a sus amigos, su patria, su mundo. Identificándote con tu
consciencia, me tendrás miedo. Sacrificando tu consciencia, cediéndome
la última de tus ilusiones -esa mirada que todo lo quiere y cree
ver sin ser nada-, me vencerás. Compréndelo: én mi extrema negrura,
soy el ojo de ese impensable que podrías llamar Dios.

También soy Su
voluntad. Gracias a mí, vuelves a Él. Soy la puerta divina: quien entra
en mi territorio es un sabio, y quien no puede cruzar mi umbral conscientemente
es un niño miedoso acorazado en sus detritos. En mí hay
que entrar puro: deshazte de todo, deshazte incluso del desasimiento,
aniquílate. Cuando desaparezcas, aparecerá Dios.

¿Quieres fuerza? Aceptándome serás el más fuerte. ¿Quieres sabiduría?
Aceptándome serás el más sabio. ¿Quieres valentía? Aceptándome
serás el más valiente. ¡Dime qué quieres! Si te conviertes en mi
amante, te lo daré. Cuando sientes que formo parte de tu cuerpo,
transformo la concepción que tienes de ti mismo, te vuelvo muerto en
vida y te confiero la mirada pura de los muertos: dos agujeros sin suje-
ción por los cuales sólo mira Dios. El instante es entonces terrible,
todo se transforma en espejo, y te ves en cada ser, en cada forma, en
cada proceso. Lo que llamas «la vida» se torna danza de ilusiones. No
hay diferencia entre la materia y el sueño.

No tiembles, no temas, ¡alégrate! La vida, aunque irreal y efímera,
revela su mayor belleza. Dándome tu mirada comprenderás por fin
que es un milagro estar vivo. Tu ser divino e impersonal no puedo
devorarlo. Sólo engullo los egos. Todos tienen sabores distintos, a
cada cual más fétido y amargo. Cuando se capta mi omnipresencia,
puede decirse que empieza la labor llamada iniciación. Esta dura
hasta que comprendas que no soy de ti, sino que soy tú.

No me gusta que se me encuentre antes de hora. Deseo que se me
llame en el momento preciso en que se entiende quién soy. Si se me precipita
suicidándose, no aporto sabiduría ninguna, pues se me disfraza de
vulgar destrucción. No soy una desgracia absurda, tengo un significado
profundo, soy la gran Iniciadora, la Maestra impalpable oculta bajo la
materia. 

Cuando se me solicita de manera insensata me enfurezco, se
me hace actuar contra mi voluntad. Sólo los que llegan a mí con plena
consciencia me proporcionan el gozo supremo. Pero la mayoría de los
seres, ignorantes, vienen a mí a través de la guerra, el crimen, el vicio, la
enfermedad, las catástrofes. Raros son los que alcanzan ese estado de
consciencia pura en que me convierto en el apogeo de la realización.

Ésos siempre me reconocen, mientras que a los demás los sorprendo. El
que se resigna, comprende y acepta ser mi presa, vive con facilidad,
libertad y alegría, confiado frente a las agresiones, sin pesadillas, realizando
sus deseos: perdiendo la esperanza, se pierde también el miedo.
No me tiendas la mano, pues la pudriría inmediatamente. Ofréceme
tu consciencia. ¡Desaparece en mí para ser por fin la totalidad!»


SOY................¡¡¡TU SOMBRA!!!



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