viernes, 3 de noviembre de 2017

LA TORMENTOSA BÚSQUEDA DEL SER : CÓMO COMPRENDER Y SOBRELLEVAR UNA EMERGENCIA ESPIRITUAL (2)



El filósofo griego Platón describe la locura divina como un don de los dioses: Las más grandes bendiciones vienen por medio de la locura, en ver dad una locura enviada por el ciclo. Fue cuando estaban dementes que las profetizas de Delfos y las sacerdotisas de Dodona lograron tanto de lo cual los estados y las personas de Grecia están agradecidos; cuando cuerdas, hacían poco o nada... la locura (es) un don divino, cuando es dispensado por los dioses. En la cultura Okinawa tal estado era conocido corno kamidari. Es un periodo en el cual el espíritu de la persona sufre, una época de prueba durante la cual no puede funcionar racionalmente. La comunidad apoya a tales individuos, reconociendo que el estado de desvarío es un signo de que esa persona está cerca de Dios. Con posterioridad, tal persona es considerada alguien con una misión divina, quizás la de curar o enseñar.

 
El poeta T. S. Elliot escribió: 

Para poseer lo que no posees. Debes recorrer el camino de la entrega. Para llegar a lo que no eres. Debes recorrer el camino del no- ser. El apego, o el aterrarse al mundo material, es considerado por el budismo como la raíz de todo sufrimiento, y desprenderse de él es la clave de la liberación espiritual.

  
Estas líneas de la poesía Fénix, de D. H. Lawrence, reflejan este proceso devastador pero transformador a la vez. ¿Estás dispuesto a ser lavado, honrado, cancelado, hasta la nada?¿Estás dispuesto a ser hecho nada? ¿A sumergirte en el olvido? Si no, jamás cambiarás realmente. Cuando una persona está inmersa en el proceso de la muerte del ego, a menudo se siente arrasada y devastada, como si todo lo que es o fue alguna vez se derrumbara sin ninguna esperanza de renovación. Como la identidad de una persona así parece estar desintegrándose, ya no está segura de cuál es su lugar en el mundo, ni de la validez de su paternidad, de su empleo, o de su humanidad. Exteriormente, los viejos intereses ya no importan, cambian los sistemas éticos y los amigos, y se pierde con fianza en la capacidad para funcionar en el mundo de todos los días. Por dentro, se puede llegar a experimentar una pérdida gradual de la identidad: se siente que el ser físico, emocional y espiritual está siendo destruido con fuerza e inesperadamente. Hasta se sentirá que se muere de ve ras, y de golpe uno se verá obligado a enfrentar temores más profundos. 

El poeta americano Henry David Thoreau escribe: Oigo más allá del alcance del sonido, Veo más allá del alcance de la vista, Nuevas tierras y cielos y mares alrededor mío, Y en mi día, sí, el sol empalidece su luz. 

El psicólogo norteamericano Abraham Maslow describió una categoría de experiencias místicas caracterizadas por la disolución de las fronteras personales y la sensación de ser uno con otras personas, con la naturaleza, con todo el universo y con Dios; acuñó para ellas el término “experiencias cumbre”. En sus escritos, Maslow critica duramente a la posición tradicional de la psiquiatría occidental, la que sostiene que estas experiencias son síntoma de la enfermedad mental. Maslow demostró sin lugar a dudas que las experiencias cumbre ocurren en personas normales y bien adaptadas. También observó que si se les permite completarse natural mente es común que resulten en un mejor funcionamiento en el mundo y que conduzcan a lo que él llama “la autorealización”: una mayor capacidad para expresar el propio potencial creativo. 

Considerando que las experiencias cumbres son positivas y están llenas de posibilidades, puede resultar desconcertante que se conviertan en un motivo de crisis espiritual. La razón principal para tales complicaciones es que la cultura occidental en realidad no tiene una comprensión cabal de los estados alterados de conciencia. Como consecuencia, somos incapaces de reconocer el valor de estas experiencias, de aceptarlas y de contener a quienes las viven. La actitud que predomina en la psiquiatría tradicional y en el público en general es que cualquier desviación de la percepción y la comprensión común de la realidad es patológica. En estas circunstancias, un occidental promedio que atraviesa un estado místico tenderá a cuestionar su salud mental y a resistir lo que experimenta. Los parientes y amigos probablemente apoyarán tal actitud y sugerirán que se recurra a la ayuda psiquiátrica. Mucha gente en el medio de una experiencia cumbre ha sido enviada a un psiquiatra, que le diagnosticó una patología, interrumpió la experiencia con medicación supresiva y tranquilizantes y le adjudicó el rol de paciente psiquiátrico de por vida. 

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