Qué fácil es amar a una persona por su belleza (interna y externa), cuando su salud es excelente, cuando es prospera, cuando es apasionada, cuando la consideramos digna de confianza y sobre todo cuando es feliz. Eso, todos pueden hacerlo. Pero amar el lado obscuro, comprenderla, aceptarla, ayudarla a superar sus miedos, sus fracasos, sus dudas, sus enfermedades y sus pobrezas, es el verdadero reto que sólo pocos pueden lograr. ¿Es que a caso, en el amor, lo bueno y lo malo no van de la mano? ¿Amar es sólo tener la parte buena de las cosas?
Yo no lo creo . ¿Y sabes por qué? Porque todos, o al menos, la mayoría, alguna vez en la vida hemos pasado por esos días en que amanecemos tan insoportables, que no nos aguantamos ni nosotros mismos. También hay días en que la tristeza nos abraza y amanecemos con lluvia en los ojos y pequeños derrumbes en el alma. O simplemente, están esos días que yo llamo de “pausa”, en que la apatía se apodera de nosotros y no tenemos ganas ni de levantarnos. Donde levantamos la barbilla y el cielo nos parece tan lejano. O qué tal cuando resurge ese niño interior que dicen por ahí que llevamos dentro, pero nunca dicen que a veces está herido.
Y todos ellos son momentos en que nos sentimos vulnerables e indefensos, y de alguna manera, tratamos de escapar hasta de nuestros sentimientos, porque no sabemos cómo manejarlos o porque tememos enfrentarnos a nosotros mismos. Y todo eso que sucede en nuestro lado oscuro, no es culpa de nuestra pareja, sino de cada quien. Sin embargo, muchas veces (inconscientemente o sin querer) los lastimamos con nuestras actitudes, obligándolos a reaccionar como un animal herido.
Es verdad que hay ocasiones en que utilizamos nuestra energía de manera muy poco positiva y no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo y cómo nos perciben los demás con nuestras actitudes. Creamos barreras, distancia y muchos problemas.